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  1. Soledad

    23 junio 2011

    Circunstancia de estar solo o sin compañía. Sentimiento de tristeza o melancolía que se tiene por la falta o ausencia de una persona. Lugar solitario, inhabitado o poco frecuentado.


    Esta es la definición de la palabra soledad, sin embargo, no voy a hablaros de esta soledad sino de Soledad, mi vecina y amiga Soledad, más conocida entre la gente del barrio que me vio crecer como “La Sole”.

    La Sole era de esas niñas que desde muy pequeña ya apuntaba maneras de artista, para todo tenía un arte especial, bailaba y cantaba desde muy pequeña y lo hacía realmente bien. El vago recuerdo que me llega desde mi infancia es verla subida a una de la cajas de cerveza del bar de mi abuelo a modo de improvisado escenario y mientras ella cantaba nosotros esperábamos pacientemente el final de la actuación para aplaudir y salir corriendo a jugar a otra cosa. Su mundo era muy distinto al nuestro.

    Creció en un mundo de hombres. Nunca usaba faldas ni ropa femenina, su madre siempre la vestía como a un niño y la animaba a salir a jugar con nosotros. Eramos una pandilla de seis niños y una niña que crecimos al calor del brasero mirando absortos la televisión en blanco y negro. Jugamos a todo lo que se podía jugar en aquel tiempo, policías y ladrones donde “la Sole” hacía de bella dama que debía ser rescatada de la garra de los malos. Indios y vaqueros, donde ella era la chica que los indios se llevaban tras asaltar la diligencia de los rostros pálidos para cortar su cabellera. O a las “casitas”, donde ella era nuestra mamá, o a las clases donde era la “Seño Sole”.


    El tiempo pasaba y no lo hacía en balde, Soledad no se quedaba atrás y su sueño de ser artista iba creciendo a la vez que su cuerpo. El improvisado escenario de las cajas bar pasó a ser un escenario de tablas construido con sudor y trabajo. Tenía dotes de mando y el carisma que se necesita para llevar a cabo todo lo que se proponía, hasta recuerdo que un verano escribió una obra de teatro y nos convenció a todos para representarla junto a ella ante la mirada de nuestros familiares. La obra gustó a casi todos, por que su padre no llevaba muy bien eso de que Soledad llevará la voz cantante en todo ni que soñara con un futuro en lo alto de las tablas de un escenario.

    Años después, cuando contaba con 15 años. La pandilla andaba mas dispersa que nunca por que ya tocaba espabilarse y empezar a estudiar en serio para labrarse un futuro en condiciones decentes. O por lo menos intentarlo. Pero “La Sole” seguía en sus trece y decidió con determinación anunciar a sus padres la firme decisión de dedicarse al mundo del espectáculo. Recuerdo que aún no habíamos llegado a la puerta de su casa cuando entre los gemidos de la madre se oía a su padre maldecir una y otra vez. Recuerdo sus palabras, repetidas una y otra vez, “castigo de Dios”, repetía mientras se oían golpes en el interior de la casa. Ni nos atrevimos a llamar, simplemente nos limitamos a esperar que todo acabara para que Soledad nos contara lo ocurrido. Al verla se me cayó el alma al suelo. Al verla comprendí que lo que quería para su futuro no era del agrado de sus progenitores que habían ansiado para ella un trabajo más modesto, de peor remuneración pero mejor visto. Su padre le había propinado tal paliza que casi ni podía caminar erguida, aún así no derramó una sola lágrima. Sólo nos dijo que lo peor ya había pasado, que el paso más difícil ya lo había dado.

    Por desgracia, en una ciudad pequeña, en un barrio como el nuestro y en la época en que vivíamos a poco se podía aspirar si querías triunfar en el mundo del espectáculo. Ah, se me olvidaba, ella siempre quiso ser vedette, una vedette de revista. Para lograr su propósito empezó a relacionarse con gente que se dedicaba a ello o que por lo menos ya habían fracasado y podían darle sabios consejos para no convertirse en una estrella de medio pelo consagrada a realizar labores de relleno entre los vistosos números de una revista. Pequeñas actuaciones que la gente aprovecha para salir de la sala bien a fumar o bien a hacer sus necesidades. Empezó a hacer pequeños papeles bajo el nombre de “la Sole” en alguna que otra sala de fiestas de la ciudad. Su nombre poco a poco se empezaba a oír entre la gente que solía frecuentar esos ambientes.

    Un buen día se marchó, apuntó en su diario nuestras direcciones y se marchó. Madrid le ofrecería todo aquello que su ciudad le negaba. De verla a diario, pasamos a verla dos veces al año. En verano y en Navidad regresaba para ver a los suyos y pasar un rato con nosotros. Al principio venía con las manos el estómago vacios, pero con el paso de los años empezó a venir mejor vestida y con regalos para todos, al principio pequeños recuerdos del “todo a 100” y años después con regalos de mas valor. Soledad ya era segunda vedette y le faltaba poco para conseguir su sueño.

    Dos meses antes de contraer matrimonio me llegó un paquete postal. Un paquete que remitía “la Sole” desde la capital. Un paquete que contenía el mejor regalo que un amigo puede hacer. Contenía un cartel que anunciaba una revista donde la primera vedette era Soledad. Junto al cartel, una carta donde anunciaba su llegada para navidades. Como siempre.

    Lo consiguió, al menos ella logró transformar un sueño de juventud en una realidad. Me puse rápidamente en contacto con el resto de la panda para contárselo, pero “la Sole” era muy lista y había mandado a cada uno de nosotros el mismo cartel que tenía yo en mis manos.

    El día convenido me acerque a la estación a recogerla, tenía ganas de verla. Siempre viajaba en tren, por que las grandes estrellas siempre viajan en tren. El tren confiere un glamour especial a las artistas. Al verla me quedé sorprendido. Ya era toda una mujer. Alta, guapa y esbelta. No le tendí la mano como otras veces para saludarlo. Le di dos besos de bienvenida.

    Por que Soledad no era otra que mi vecino Samuel. Mi vecino y amigo Samuel logró hacer lo más difícil. Llevó la contraria a la naturaleza y se convirtió en una mujer. Samuel luchó contra viento y marea, y contra su familia y logró convertirse en vedette.

    En mi barrio, ya nadie se acuerda del pequeño Samuel, por que todos conocen a la gran artista, Soledad.

  2. 1 comentarios:

    1. Unknown dijo...

      Tal y como te dije cuando tuve la suerte de leer en exclusiva el post, me ha encantado, la historia y la sensibilidad al contarla.

      Te animo a seguir y sobre todo, en ningún momento pienses que nos puedes llegar a aburrir.

      Un beso.

      PilarZ

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